Desde España, José Luis Montans Suárez es uno de los referentes del proyecto comunicacional independiente Geopolítica Actual. En esta entrevista analiza tanto la necesidad de revisión de los postulados modernos para entender la crisis actual como la construcción de comunidad en la virtualidad. Sostiene que «ha llegado un punto en el que para informarnos tenemos que hacerlo de manera artesanal».
Entrevista: Daniel Lencina
Foto: Yulianto Poitier
– ¿Cómo nació Geopolítica Actual?; cuéntanos detalles y por qué en Telegram.
– Geopolítica Actual nació a raíz de los acontecimientos del mundo. Es decir, todo empezó cuando durante la pandemia comenzaron a ocurrir una serie de cosas de las que, a nuestro juicio, no había una cobertura de idónea.
Hay suficientes canales, lugares, ámbitos donde se analiza y muy bien lo que ocurre en el mundo. Pero hay un gran problema y Geopolítica Actual orbita en torno a ese problema central que es el fracaso de la modernidad como proyecto. Con la pandemia, y ya después con la guerra que por desgracia está derivando en una confrontación mundial e incluso potencialmente nuclear, echamos en falta una interpretación que tuviera en consideración ese fracaso moderno.
Ahí es donde converge la cuestión histórica. Debemos ir al ámbito geográfico europeo y al evento histórico de la Revolución Francesa para valorar adecuadamente qué es lo que hay en Occidente. Y lo que hay es un proyecto que se ha llamado moderno, que tiene las características de ese tríptico revolucionario francés, que se basa en el progreso, en el desarrollo industrial y que tiene una concepción del mundo vinculada a la ciencia aunque en sus aspectos más materiales, pero que ha abandonado o mutado su aspecto espiritual que era característico de la sociedad tradicional.
Se suponía que llegaría un punto cúlmine en el cual florecería, por así decir, y se pasaría la página de los capítulos tristes vinculados al antiguo régimen: la guerra y el hambre, etcétera, y superar las contradicciones en el devenir.
Entendimos que había un agujero, que faltaba un análisis de esta cuestión, que se tome en serio y que haga converger por un lado el aspecto de la actualidad que llamamos «geopolítica», y por otro el análisis necesariamente histórico de cómo hemos llegado hasta aquí. Si a eso le añadimos los desbordes de nada más y nada menos que una guerra mundial, como se está planteando ahora, realmente era necesario y por eso lanzamos Geopolítica Actual. Esa la auténtica razón. Todo lo que hacemos en el canal, también YouTube, a través de los vídeos en Telegram, ofrece una interacción fácil con la gente. Tiene ciertas ventajas, porque es verdad que no está tan encorsetado por las censuras. Todo eso es comentado desde este prisma, debido a que veíamos que había un agujero.
– ¿Cómo participan las prácticas comunicaciones alternativas y específicamente Geopolítica Actual en la narración de la Gran Historia?
– Si tenemos en cuenta la cuestión histórica, la cuestión historiográfica que está en debate, entendemos la historia como ciencia. Habría que hablar de lo que es el proceso histórico por un lado y después de la historiografía, del hecho de historiar. Idealmente, la historia como disciplina es una ciencia, en el sentido de que trata de asentar un relato verídico de lo que ha ocurrido, con todas las limitaciones que implica. Pero el componente político hace que sea muy difícil deshacerse de la influencia de esos ganadores –también se podría hablar de manipuladores–. Es decir, están esos constantes revisionismos.
Y también está lo vinculado a los aspectos más bajos del periodismo: el amarillismo, el sensacionalismo. Por desgracia, actualmente hay mucho de eso, especialmente en las redes sociales. Hay un tipo de divulgación histórica que es más un entretenimiento, porque no es otra cosa. En Geopolítica Actual no lo vemos así en absoluto. Cubrir el agujero implica también hacer una auténtica historia, que desde luego tiene sus limitaciones.
Allí es donde entra el interés del debate. Tenemos el proceso histórico, pero también tenemos la necesidad de historiar adecuadamente y con responsabilidad. Y, por supuesto, siempre con un debate. Después de todo, toda buena ciencia implica un debate para llegar al consenso científico que permita valorar adecuadamente, lo que implica una responsabilidad civil a la hora de construir el mundo. Necesitamos una auténtica historia.
– Y en ese debate han logrado construir una red con otros canales en los que hay gente que ha impulsado iniciativas más o menos afines. Cuéntame de eso.
– Así es. Hemos podido establecer contacto con otros canales, con otros puntos de vista, no necesariamente históricos. Porque –insistimos– la verdad es que hay un auténtico cero a nivel de análisis histórico que no sea puramente de corte marxista. No es una historia limitada a los aspectos más materiales, más ideológicos, sino una historia más que puede incluso abrirse hasta la historia sagrada, entendida esta, como una disciplina de conocimiento que ya puede ser iniciática.
Nos guste o no, las tradiciones están allí, por ejemplo, la islámica. Hacen este tipo de planteamientos y no tenerlos en consideración nos impiden entenderlos adecuadamente.
Entonces sí, hemos tenido contacto con otro tipo de canales y también, afortunadamente, con el mundo académico. Por ejemplo, ahora estamos en contacto con una persona en la universidad de Perú que tiene mucho interés en valorar las cosas desde este punto de vista y que, de hecho, entiende que en su país este tipo de análisis es necesario. En última instancia es una cuestión de responsabilidad. Es necesario sentar las bases para tener herramientas que nos permitan cubrir el hueco, porque de otro modo todo se vuelve político, y queda una sensación de incapacidad, de no ser capaces de manejarnos en el proyecto moderno.
Es curioso cómo esto ha ido ocurriendo y si bien la historia la escriben los vencedores, también tiene ese componente de control social y político. Es muy preocupante la manera en que se está configurando el orden mundial, el proyecto civilizatorio. Allí la historia tiene su papel clave, por ejemplo, en el diálogo entre el mundo multipolar y el Occidental. Hay una necesidad de diálogo y, por desgracia, no se está produciendo.
– Entonces, ¿quién narra las historias de los gazatíes deslazados en Oriente Medio, o de los ucranianos del Dombás, o de los soldados forzados al luchar en condiciones de desventaja?
– Hemos llegado a ese punto. Si no tenemos estas herramientas, ¿quién narra? Ha quedado todo deslazado, ha llegado un punto en el que para informarnos tenemos que hacerlo de manera artesanal, por así decir. No tenemos auténticas herramientas institucionales para ello. Sabemos que pasa algo, vaya que si lo sabemos, nos informan que algo pasa, pero no tenemos el análisis. Es como que ha quedado un hueco. Parece haber ocurrido de manera casual, pero no podemos obviar los intereses políticos y las consideraciones a todos los niveles.
Por supuesto que también estarían los intereses, llámense religiosos, sociales, ideológicos, etcétera. Entonces, al final, ¿quién nos está contando lo que ocurre en Gaza, etcétera? Al final acaba ocurriendo que quien nos lo cuenta es la propia gente en Gaza. Se contrasta con mucha paciencia, con hueco también para la manipulación, claro que sí, pero al final acaba ocurriendo.
Hemos llegado a un punto de crisis no sólo de la información, del análisis, de esas supuestas instituciones que debían garantizar un correcto entendimiento.
Estamos al borde de una guerra mundial, de una guerra nuclear, y no tenemos ese componente. Es verdad que existen ciertas instituciones, pero en Gaza no se habla de lo que realmente pasa en Gaza. Al final acaban teniendo voz sólo los políticos. Nos dicen que Israel tiene derecho a defenderse, simplemente nos inundan con datos, pero ¿alguien nos está contando la historia de Palestina, la historia de Israel?, ¿se está haciendo de manera responsable, con un responsable identificable, en una institución identificable, que nos permita discernir de manera adecuada? Lo cierto es que no.
– ¿Cuáles consideras que son los intereses que se están poniendo un juego en la Franja de Gaza, en el Dombás, en Taiwan, en Latinoamérica, en Venezuela, y en muchos otros lugares del mundo?
– Ahora resulta más fácil ver cuáles son esos intereses. Al final todo acaba en una cuestión de utilitarismo, es decir, ocurre aquello que es más pragmático. Hay una comunión de intereses, esto es indiscutible. Ahora incluso los propios occidentales admiten que hay una alianza en la que se van añadiendo lo que ha dado en llamarse el Sur Global. Hay una comunión de intereses en Occidente que acaba convergiendo en puntos clave. Allí entra la geostrategia. Ya no son sólo las historias, no son las geopolíticas, es también la geostrategia, que tiene esos inevitables componentes económicos debido al materialismo, esa fijación moderna por los aspectos más industriales, más mundanos.
Digamos que también está el punto de incomprensión con otros ámbitos del mundo que mínimamente se resisten a medirlo todo. ¿Por qué se producen esos puntos? Por razones geostratégicas y porque hay un interés, por lo demás, confeso, de Estados Unidos. Llevar a cabo ese orden global, basado en reglas, con valores occidentales, con una visión del mundo unificada, uniformada… Tampoco se puede decir que Estados Unidos lo oculte, con sus valores democráticos que siempre están reivindicando, nos dicen «no, no podemos aceptar a Rusia, no podemos aceptar a China, porque son autocracias».
Estamos altamente ideologizados dentro de un ámbito del utilitarismo, del pragmatismo de corte económico. Finalmente, toma forma geostrategica en lugares como Taiwan porque que es una manera de a China para que se someta a ciertos criterios. Porque en la zona de Palestina e Israel es el punto de confluencia de la fértil Ruta de la Seda, cerca de África, en la puerta al Mediterráneo, es un punto demasiado geostrategico. Si pensamos en la reordenación del gran Medio Oriente, como le llaman en Estados Unidos, ya no nos queda ninguna duda de por qué precisamente allí.
Son los mismos intereses, y es que al final acaban siendo los mismos. Falta ese análisis que sea capaz de ofrecer la visión de conjunto –e insistimos–, siempre todo orbita en torno al fracaso de la modernidad. En este caso, el punto de fracaso de la modernidad es la imposibilidad absoluta de entendimiento con otros planteamientos mundiales. Es como que tiene que ser el Occidental, y no se tienen en consideración a otros. Y, de hecho, esas otras potencias lo dicen, «es que Occidente nos lo está imponiendo…»
– Teniendo en cuenta los riesgos nucleares, ambientales, biogenéticos, etcétera, ¿es posible pensar en la construcción de un mundo más allá del conocido?
– Sí, desde luego, que sí. Ya lo llevamos diciendo: es una cuestión de un proyecto auténticamente civilizatorio. La tradición siempre lo ha dicho, y de ahí el hecho de traerla a colación. La tradición siempre se ha basado en última instancia sobre principios vinculados a la ordenación del propio cosmos, a un nivel natural; ¿qué es este mundo en el que vivimos?, ¿cuáles son sus características? Es decir, el ser humano integrado al cosmos, ¿cuáles son los principios? Siempre sobre esta base se establecían los principios civilizatorios. Diferentes grupos humanos en diferentes ámbitos con sus pequeñas diferencias, conformando diferentes civilizaciones que se veían con diferentes formas, pero que en esencia eran siempre lo mismo. Es una cuestión incluso académica. Si nos planteamos los trabajos dentro del ámbito de la historia de las religiones, queda bien definido y claro que así es.
Tenemos la necesidad imperiosa, especialmente en Europa, de comprender el porqué. Y surge el fracaso del proyecto moderno. Y luego, ¿por qué ha fracasado? Tampoco se trata de romper de manera abrupta con la modernidad. Después de todo, somos modernos. No se trata de volver a la Edad Media, que todos nos vistamos como en una feria medieval. No, no es así. Se trata de comprender el fracaso, ¿por qué se ha producido? Y luego establecer unos principios que puedan interrelacionarse con las características de la modernidad del mundo que tenemos y establecerse un diálogo. Esto es lo que, por ejemplo, el señor [Serguéi -Ministro de Asuntos Exteriores de Rusia] Lavrov casi imploraba: poder establecer un diálogo con esos otros mundos, esas otras tradiciones, esas otras visiones, de manera que no tengamos como resultado cada pocas décadas una y otra guerra mundial.
Con respecto a lo que hacemos en Geopolítica Actual, es insistir precisamente sobre estos puntos e invitar al debate. Porque una cosa buena que tenemos en Europa es por un lado la capacidad –como estamos haciendo ahora mismo– de comunicarnos. Y por otro, un nivel de educación y de cultura mínimo. Y eso nos da las herramientas suficientes como mínimo para establecer el debate. Debe haber un llamamiento serio, no político, no necesariamente geopolítico, sino civilizatorio. Un llamamiento para evitar, por ejemplo, lo que está ocurriendo en Gaza, o esta confrontación demencial, potencialmente nuclear con Rusia, etcétera. Y con el tiempo establecer instituciones que puedan servir de referencia, que focalicen la responsabilidad, los propios principios, de manera que los ideales de la Revolución Francesa que terminaron en un fracaso, puedan ser reconducidos hacia una posibilidad de que sí puedan funcionar. Es decir, no llevar las cosas por donde se llevaron sino por el camino de la pura responsabilidad.
– De superarse estas contradicciones, ¿cómo te imaginas que sería esa nueva humanidad?
– Obviamente necesitamos verlo a corto plazo. Dentro de nuestras vidas corporales, la verdad es que los cambios no pueden ser muy profundos, al menos en el aspecto formal. Es realmente imposible. Pero sí puede ser a nivel de los principios, se puede implementar un cambio profundo. Nosotros tenemos la esperanza de que ese mundo nuevo, que necesariamente además ha de sufrir, sea formalmente muy parecido al actual, pero en el fondo, en el alma, por así decir, sea radicalmente diferente. Que se llegue a una resolución de esta confrontación constante a todos los niveles que nunca ha sido resuelta. Y de ahí, la necesidad de reconocer el fracaso, replantear los principios, llevar a cabo un debate con componente civilizatorio en el que los ciudadanos sean los que participen; después de todo, tenemos una cultura democrática. Que todo eso sea llevado a través de la responsabilidad y del trabajo intelectual que acabe cuajando, por así decir, en algo que básicamente implicaría al hombre. Digamos que es lo mismo, pero con corazón diferente.
Geopolítica Actual en Telegram.
Dicho así parece muy abstracto, pero para poder hacernos una idea rápida, pensemos en los cambios que por suerte ya se están produciendo a nivel de la educación, en la psicología, y veremos cómo efectivamente sí se puede llegar, sí se puede revivir el alma. Haciendo un trabajo de este tipo, yendo a los principios. En psicología se hace, se ha conseguido llegar a sus principios, por caso de las emociones.
Lo ideal es que acaben siendo instituciones para que haya un referente de responsabilidad en todo esto, y pueda tomar forma al final del proceso.
– ¿Consideras que estas acciones de comunicación, de construir comunidad, como lo que está sucediendo en Telegram, se está contribuyendo en esa clave espiritual en la que tú estás tratando de hacer énfasis?
– Sí. Es un trabajo muy duro, por supuesto. Esto no es una cuestión de pensar que todo se hace rápido y fácil. No es ni rápido ni fácil. Por eso siempre repetimos los mismos conceptos: la responsabilidad es central. Pero sí, está ocurriendo, porque lo único bueno de vivir estos tiempos tan turbios es que es imposible evitar la realidad que tenemos delante de los ojos, es muy preocupante.
Si pensamos en el futuro, de quienes ahora son niños, que nos lleve a una reflexión en un ámbito de debate, abierto, sin censura, sin condicionantes más que usar la palabra, sin los condicionantes ideológicos, políticos, religiosos y de todo índole. Es un debate abierto que pueda establecerse sobre principios que consiga instituir, crear instituciones que acaben siendo políticas. Eso sí se puede hacer y de hecho sí se está llevando a cabo a través de Telegram. Después de todo, de alguna manera debía ser. Y si lo pensamos, ámbitos como Telegram vendrían a ser en estos tiempos el equivalente de lo que fue el foro de la Polis.
– ¿Quieres agregar algo más?
– Simplemente invitarles a esa reflexión necesaria sobre el fracaso de la modernidad. Hay que reconocer que las cosas sencillamente han derivado en un fracaso. Y no debe ser obviado, sino ser tomado con responsabilidad, de manera que se pueda evitar el desastre.
Parece que hay una tendencia a verlo todo de forma negativa, como un desastre inevitable, pero lo cierto es que el desastre sí se puede evitar. Así que, como reflexión final es una invitación a un optimismo que pueda reconducir.
– Agradezco tu palabra y tus conceptos.