Daniel Olivera: «Milei es un exponente de la degradación dirigencial argentina»

Es director de El Argentino diario, el periódico cooperativo que con la profundización de la crisis económica ha cesado su edición impresa distribuida gratuitamente. Analiza la severa coyuntura argentina, la llegada de Javier Milei al gobierno y las perspectivas que puedan surgir desde la comunicación. «Milei es un producto de laboratorio», indica.

Entrevista: Daniel Lencina

Foto: TÉLAM

Si bien El Argentino diario y Tiempo Argentino comparten algunos puntos comunes en su trayectorias, como su pertenencia en el pasado a lo que fue el Grupo 23 y el hecho de que luego ambos fueran cooperativizados por los trabajadores, ¿qué es lo que los diferencia?

– Es muy interesante la pregunta. Tiempo Argentino estaba más dirigido al mundo de la política en general, mientras que El Argentino era un diario eminentemente popular. No nos olvidemos que se repartía en las estaciones de trenes, de subte y en la calle. Iba directo a quienes sabíamos que en un 50 o 60% no leían, no compraban los diarios porque no tenían dinero. Aún en aquella época, en 2009, cuando el dólar estaba a 4 pesos, había una masa muy grande de gente que no leía, no porque no le gustara leer o porque no supiera, sino simplemente porque no tenía dinero. Ahí estuvo el fuerte de El Argentino, y creo que fue un acierto.

Tiempo, en cambio, era un diario más del establishment, dirigido a un público lector, ilustrado.

Por esa época yo era el editor general de Grupo 23, y por lo tanto tenía injerencia en los productos. Y siempre me pareció que Tiempo Argentino era un gran producto. No digo que ahora no lo sea, pero por su concepción en aquel momento, con 80 a 100 personas trabajando, con un volumen de trabajo muy interesante.

Eso después casi no se repitió, porque fueron los últimos años del periodismo clásico. La avanzada de Internet a partir de 2012-2013 fue haciendo que los diarios de papel, de alguna manera, se fueran para atrás.

– Y en esa dinámica es que actualmente está siendo afectada la economía de El Argentino diario.

– Hoy estamos en una situación de crisis. El papel está congelado porque no salimos desde diciembre, con la asunción de [el presidente argentino, Javier] Milei, puesto que la devaluación fue tan grande y el corte de la pauta oficial lo hicieron prácticamente imposible.

No solo a nosotros nos pasa, aunque tal vez seamos el caso más visible, pero hay una gran cantidad de medios cooperativos que quedaron a la buena de Dios o tuvieron que cerrar, silenciar o recortar al mínimo sus salidas a la calle, o también sus emisiones en radio o en televisión.

Actualmente se hace muy complejo financiar productos periodísticos, y ni te cuento los de papel. También pasa con los audiovisuales, porque ahora mismo, mientras estamos hablando, AméricaTV, uno de los cinco canales más importantes de Argentina, está de paro y con un conflicto altísimo.

Por lo tanto, aunque cueste entenderlo desde el otro lado del mundo, no tengo que contar lo difíciles que son estas situaciones para llevar adelante la tarea periodística.

– Ahora, con el corte de la pauta publicitaria oficial y no saliendo en papel a la calle, lo cual impacta en la venta de espacios publicitarios, ¿cómo sobrevive El Argentino diario y qué perspectivas hay a futuro?

– Debe aparecer alguien que lo financie, una persona o un empresario. Ahora es muy difícil. Pero nosotros tenemos una posición enfrentada con el gobierno, y es muy difícil que un empresario quiera invertir en un proyecto alejado del gobierno de turno.

Además, si ocurriera, ese empresario rápidamente tendría 20 pedidos para financiar a otros medios, así que yo creo que estamos en un momento muy difícil, este es un año muy complejo para El Argentino. Yo sigo negociando, hablando, pero no está fácil para nadie.

– Es notable el fortalecimiento de las corrientes de derecha en todo el mundo, también en Latinoamérica y ni hablar en Argentina con la llegada de Milei a la presidencia; ¿qué crees que es lo que con esto está quedando en evidencia?

– Queda en evidencia un proceso que en Argentina viene de largo. En general, los medios más grandes –los que se pueden llamar hegemónicos o no, como Clarín o La Nación–, siempre fueron muy fuertes, dominantes y marcaron la agenda. De hecho, cuando en 2009 se creó El Argentino, se lo hizo para tratar de enfrentar esa avanzada; eran ellos los que marcaban la cancha, y era muy difícil para cualquier gobierno no afín a la centro-derecha poder llevar una relación más o menos buena.

Yo creo que buena parte de todo el ataque y avanzada de la derecha se dio en los últimos 20 años desde los medios de comunicación. Pero ese discurso fue permeando. El gobierno de [el expresidente] Alberto Fernández, que dejó muchos flancos y fue muy flojo, habilitó a que por primera vez los medios avanzaran un poquito y ya la derecha con algún plan –no quiero ser conspiranoico, pero eso existe– decidiera que buscarían un candidato para este momento.

Milei es un candidato de laboratorio, no estaba en los cálculos de nadie, pero lo comenzaron a probar en la televisión y funcionó, con sus gritos y su gestualidad, lo que les permitió a este grupo –que ni siquiera es el círculo rojo, sino son solo algunos personajes que trabajaron en todo este desarrollo– decir «bueno, sí funciona», y hicieron crecer con la connivencia de algunos grupos de los sectores populares.

¿Qué pasó? Aunque en la elección del 22 de octubre Milei fue derrotado por ocho puntos –lo que hacía parecer que la amenaza quedaría ahí– se unificaron las posiciones entre lo que fue [el partido fundado por el expresidente Mauricio Macri] Juntos por el Cambio y Milei, permitiéndoles entrar en la base de sustentación del peronismo, Milei ganó con mucho voto peronista, en el conurbano de la provincia de Buenos Aires hubo mucho voto de los niveles socialmente más bajos porque era una figura muy atractiva, gritaba, insultaba. Era extraño, pues era un fenómeno que se repudia y al mismo tiempo sorprende, llama la atención.

Me parece que [el exministro de Economía y derrotado en la elección presidencial] Sergio Masa era un candidato más normal, pero los sectores populares terminaron en ese momento inclinando la cancha.

Fue un trabajo largo que no comenzó hace un año o dos, sino hace 20, cuando decidieron que nunca más querían lidiar con gobiernos de centro-izquierda. Porque a diferencia de Brasil, donde [el presidente Luz Inazio da Silva] Lula abarca todo, a los pobres pero también cuenta con la confianza del establishment del círculo rojo brasileño, en Argentina no quisieron más gobiernos de ese tipo, y van a tratar de trabajar todo lo que puedan sobre esa base.

En esa encrucijada fue que se coló, en 2009, la primera etapa de El Argentino, que a mi juicio fue muy exitosa. Llegamos a tirar 150 mil ejemplares diarios. Se notaba el peso del diario, la influencia. Competíamos con La Razón, que era del Grupo Clarín, y eso nos potenció porque la gente se acostumbró a leer gratis. El diario gratuito era un fenómeno que había funcionado muy bien en Europa y también en Argentina entre 2009 y 2012. Entre los dos [El Argentino diario y Tiempo Argentino] prácticamente se equilibraba la tirada del resto de los diarios.

Pero luego ese proceso no se pudo sostener económicamente. El final del gobierno de Cristina Kirchner fue con lo que más o menos terminó toda esa etapa.

Hay lecciones que deben aprenderse. La política de centro-izquierda debería trabajar con otro criterio, estimulando a medios como El Argentino, porque la derecha lo hace.

– La derecha trabaja muy bien lo comunicacional y lo propagandístico, y aunque Milei tal vez sea un producto del laboratorio, ¿no crees que en términos comunicacionales sea quien mejor está interpretando la época?

– Sin dudas, pero no creo que sea el único. Sí creo que es el más visible, porque además tiene el handicap de ser el ganador de la elección en ballotage, y la gente comienza a sentir «bueno, la cosa viene por acá…»

De todas formas, si bien todavía es muy temprano para hacer determinados análisis, si la centro-izquierda –por poner una categoría, que también está vieja– pretende volver a gobernar con fortaleza, debe tener medios alternativos, un [equivalente a] Clarín, un La Nación, un Radio Mitre y un canal de televisión. Aunque sea en una medida más escasa, pero lo tienen que tener. Actualmente no se puede construir sin esas herramientas.

Es la batalla por el sentido, y la derrota de noviembre es una derrota en la batalla por el sentido comunicacional. La gente votó por alguien que les estaba diciendo que les iba a cortar el sueldo o que los iba a echar.

El Argentino diario.

– ¿Qué tiene que ver esto con la construcción de la verdad, y con esta discusión sobre la posverdad?

– Sin dudas que estamos en la posverdad. Cada uno cree lo que quiere y convalidarlo, lo cual es todo un problema porque agudiza las tensiones.

Es muy difícil explicarle a un votante de Milei, «pero si te va a cortar el sueldo, ¿por qué lo votaste? Te va a dejar sin trabajo, ¿por qué lo votaste?». Muchas veces no saben explicarlo, no entienden por qué lo votaron.

Mi primera reacción es creer que ese votante creyó que iba a sacarle al otro, al de al lado, al planero1, a ese a quien durante años castigaron como si fuera que por cobrar un plan de 50 mil pesos mensuales provocara que la Argentina se fundiera. Y eso no es así, está clarísimo que no es así. Pero sin embargo la gente lo cree.

Ese fue uno de los motivos, más allá de los errores y de que el gobierno de Massa y Alberto Fernández no haya podido equilibrar la economía, siendo muy flojos y débiles, y dejando todo el campo para que las derechas se hicieran un festín.

– Esta batalla es lo que está a primera vista, pero ¿cuáles son los intereses que hay detrás?

– Hay intereses que exceden a la Argentina. Si tenemos en cuenta que hay una guerra en Ucrania, otra en la Franja de Gaza y muchos lugares muy calientes, y que Argentina tiene minerales, agua dulce, petróleo, litio, no es un país más. Es un país al que Estados Unidos le presta atención. Creo que el eje Inglaterra-Estados Unidos le presta atención y no quiere perderlo y que caiga en manos de China.

Vengo advirtiendo desde hace 10, 12 o 15 años que la verdadera gran batalla es comercial entre China y Estados Unidos y que se da en todos los planos. En Latinoamérica se da fuerte y en Argentina también.

Por ejemplo, nosotros no podemos acceder a la tecnología telefónica o satelital chinas porque Estados Unidos las ha bloqueado. De alguna manera, los argentinos estamos censurados, todo nos sale más caro. Si compramos un Huawei, que es el teléfono más pobre de hoy en China, no podemos acceder porque nos sale carísimo o no lo podemos conectar.

Yo creo que el trasfondo es esa batalla entre China y Estados Unidos que nos tiene de rehenes porque tenemos bienes naturales que son muy interesantes para cualquier país que pretenda ser el líder en el mundo.

No estoy poniendo en juicio si es mejor estar con China o con Estados Unidos. Digo que esa batalla también se está librando acá y tiene que ver con lo que nos está pasando.

– ¿Y qué pasa con quienes quedan por fuera de esos márgenes?

– Pasa que quedan totalmente desguarnecidos, son soldados que van cayendo. Nos vamos a sorprender a fin y año cuando veamos los aumentos en la pobreza, en la desocupación. Esa gente queda fuera del sistema, bajando rápidamente los escalones. Pero, digo, son tres meses. En tres meses una persona puede pasar de ser clase media a baja, y de ser pobre a indigente.

Es realmente estremecedor. Yo veo casos de gente conocida que está viviendo ese proceso, de no poder pagar el alquiler, que no llegar con la comida, que debe mudarse a un barrio muy periférico, o que no tiene dinero para subirse al ómnibus para llegar al trabajo.

Es una situación casi de pre-guerra que es muy difícil de ver desde el otro lado del mundo. Lo que sorprende es la intensidad con la que están sucediendo las cosas, como si fuera un plan para que se haga rápido y de manera muy eficaz, con resultados inmediatos. Es decir, que de un 40% de pobres –que era una cifra altísima– pasemos a 60% en un año. Es algo que no se ha visto en Argentina y que no recuerdo en otros países. Puede ser en África, pero me cuesta encontrar un ejemplo tan violento.

– ¿Podemos esperar que el mundo actual y del futuro se caractericen por ese tipo de conflictos y estas situaciones sin ningún otro tipo de posibilidades?

– No tengo una mirada fatalista. Creo que se puede trabajar, que después de salir de la sorpresa y del shock la gente va a reaccionar. Y que en esa reacción la clave es qué sucede después, porque si vuelve un gobierno contrario a la derecha y no está la altura de las circunstancias, el proceso se repetirá.

También hay que hacer un mea culpa. La dirigencia política argentina no ha estado a la altura de las circunstancias. A mi juicio en algunos casos ha sido benevolente, otros casos son directamente de corrupción, y en otros hubo mala praxis.

Argentina siempre tuvo un déficit dirigencial. En la región, Brasil siempre tuvo mejores dirigentes, más capacitados. En estos años se ha degradado aún más la clase dirigente argentina y Milei es un exponente de esa degradación. Un presidente que insulta a los miembros del Congreso con agravios escatológicos nos habla muy mal de la dirigencia argentina.

Creo que Cristina Kirchner, con muchísimos errores en la elección de personas o en los manejos, fue la última presidenta que tuvo un nivel que está al nivel del presidente de un país. Tiene mirada estratégica, entiende y se interesa por la geopolítica, cosa que no les interesó a Mauricio Macri, a Alberto Fernández, y mucho menos a Milei. Eso es gravísimo. Perón decía «la política es la política exterior», y si no se ve de qué va el mundo, es imposible hacer una buena presidencia.

– ¿Es posible que nuevas puertas pueden abrirse desde la comunicación? Y, de ser así, ¿cuáles serían?

– Yo creo que desde la comunicación se pueden abrir con expectativas moderadas. Si todos quienes tenemos alguna experiencia cooperativa –y no lo digo por El Argentino, porque hay muchísima gente que trabaja en este sentido– logramos unir fuerzas, me parece que podemos ir construyendo algo que no va a venir desde arriba. No va a ser el poder económico quien lo financie, va a tener que ser un poder más comunitario que de las fuerzas clásicas tradicionales donde el capitalismo invierte en medios de comunicación.

Acá es otra cosa; es cooperativa, comunicación cooperativa, pero no de baja escala, sino de ir subiendo hasta contar con medios mejor posicionados frente a la sociedad. La sociedad no es tonta, escucha. Muchas veces se confunde, atraviesa por momentos como todos, pero al final va a entender el proceso y dónde estamos parados. Y puede ser que los medios cooperativos logremos repuntar un poco, salir del subsuelo en el que estamos hoy, porque peor no podemos estar. Yo no puedo estar peor: tengo el diario parado, con 15 personas del plantel sin poder trabajar.

Pero en la medida que pasen los meses y la sociedad reaccione, se van a comenzar a reclamar otro tipo de voces, de palabras. Esa será nuestra oportunidad. Hay que estar atentos, ser pacientes e inteligentes.

– Muchas gracias por tu contribución…

– Esta entrevista también es parte de esa reacción para evitar el silencio. Mostrar la situación actual nos va a permitir reaccionar.

1 Beneficiario de los planes sociales estatales.

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