Es periodista de la redacción de Andalucía de ElDiario.es, donde se encarga de tratar los temas locales de la provincia de Málaga. Se refiere a los riesgos que conlleva un ejercicio periodístico crítico: «el hecho de que la vía principal de financiación sea por suscripciones es un contrato con los lectores que nos obliga a hacer las cosas de una determinada manera», dice.
Entrevista: Daniel Lencina
– ¿Qué valor tiene el periodismo local para un medio como ElDiario.es?
– Creo que ElDiario.es y, en concreto, la edición de Andalucía para la que trabajo, hace una apuesta por el periodismo de proximidad porque es donde las historias ocurren, en el territorio, no en un ente etéreo que no se pueda tocar. Las historias se deben poder tocar, hay personas detrás de ellas, y para eso tienes que estar en el lugar. En ese sentido, el periodismo local es el mejor posicionado para contar con esos enfoques y con esa materialidad. Mencionabas que estamos en una cafetería haciendo esta entrevista, y desde aquí se pueden ver algunos carteles que dicen «El Perchel no se vende»; en este barrio ocurren algunas cosas que pueden ser representativas de otras que suceden en otros lugares, que es el intento de echar a los vecinos, algunos de los cuales llevan 40 o 50 años con renta antigua, acabando con esos contratos de alquiler por parte de la propietaria para desarrollar unos proyectos más lucrativos. La semana pasada, una señora de 90 años recibió una carta diciéndole que en octubre debe dejar su vivienda. Esas historias son pura y estrictamente locales, pero son procesos de gentrificación y expulsión de vecinos antiguos del centro por turistas o por actividades comerciales más lucrativas, de la misma manera que está pasando en otras ciudades de España. Esas historias se ven en lo local y en lo próximo.
– Hay una mirada social, pero también crítica…
– Estoy muy a gusto trabajando para ElDiario.es, que es mi trabajo principal. Sí creo que el hecho de depender fundamentalmente de los lectores nos da una independencia con respecto a poderes financieros, o intereses empresariales, económicos o políticos que, de otra manera podrían condicionar o existir la tentación de intentar manejar el medio de comunicación. A veces, el hecho de que la vía principal de financiación sea el sistema de suscripciones es una especie de contrato con estos lectores que nos obliga a hacer unas determinadas cosas de una determinada manera. Evidentemente se crea una relación muy particular, y somos un medio muy de nicho, muy dependiente de los lectores. Tiene muchas ventajas, la mayoría, pero entiendo que también algunos inconvenientes, porque es verdad que esos lectores pueden demandar un determinado enfoque, a veces puede llegar a costar encajar alguna idea con unos lectores que tienen un claro perfil. Creo que el modelo tiene grandes ventajas, y que ha funcionado muy bien para ElDiario.es, garantizando su existencia en un momento en el que además surgieron muchos proyectos periodísticos que no sobrevivieron ya sea por falta de independencia económica o por incapacidad de generar los ingresos suficientes. ElDiario.es lo ha hecho muy bien todos estos años, al punto de seguir sólido y con buenas perspectivas.
– ¿Consideras que el modelo representa un rescate y recuperación por el valor del periodismo y por el contenido?
– Hablo de mi trabajo, del de la redacción de Andalucía y del de la de Madrid. Creo que sí, tengo la sensación de que en estos años hemos hecho una recuperación de los contenidos, nos hemos tomado muy en serio la labor del periodista, y creo que hacemos el trabajo del día a día de manera lo más rigurosa y honesta posible. Evidentemente esto no exime de fallos o de tener una línea editorial, pero creo que nuestro enfoque es siempre honesto y respetuoso con la verdad, con lo que nos dicen y con lo que podemos contrastar con la información a la que podemos acceder.
– ¿Te ha pasado de experimentar alguna situación riesgosa de parresía por decir lo que tenías que decir?
– Sí, claro. En alguna ocasión nos ha llegado un burofax que luego no ha llegado a más. También ha pasado, no en riesgo para mí, sino para una fuente de la administración que emitió una determinada opinión en nuestro periódico que le conllevó un expediente disciplinario. Los riesgos no son sólo para nosotros los periodistas, sino también para las fuentes cuando lo hacen a pecho descubierto.
Portada de la edición de Andalucía de ElDiario.es
Creo que en el trabajo del periodista se debe contrastar siempre la información, verificar que es fiable y sólida, y luego sí contrastarlo con la parte afectada. Siempre lo hemos hecho así. Tengo la sensación que, en buena parte de la sociedad, se extiende una crítica o un desprestigio de la labor de los periodistas en general, fruto de las malas praxis de algunos periodistas en particular, y al final, la extensión de esa opinión va a acabar afectándonos a todos. Yo no lo he vivido en primera persona, pero el otro día me contaban que en los juzgados se está comenzando a aplicar de manera muy laxa o particular esto del derecho a rectificación; es decir, en mi periódico y yo en particular, siempre llamamos a la parte afectada, incluimos las matizaciones que creemos que deben hacerse o si no tenemos clara la información, directamente no publicamos. Pero el derecho a rectificación se está comenzando a aplicar como «la parte afectada por una noticia tiene derecho siempre a que en el mismo periódico se publique su versión íntegra en un texto aparte». Eso va más allá de lo que hasta ahora se entendía como derecho a rectificación, y es directamente privilegiar a una de las partes, y nos está ocurriendo también. Luego también he recibido presiones en forma de llamadas, sobre todo a posteriori, cuando publicamos algunas informaciones…
– ¿Intimidantes?
– Creo que dentro de la intimidación hay una escala. A mí no me han amenazado nunca, al menos explícitamente con violencia física. Pero sí he recibido twits privados en tonos no muy amables cuando hemos publicado sobre la actividad de grupos desokupas1. No significa que yo esté defendiendo la ocupación ni nada, pero hemos contado algún caso que he visto con mis propios ojos de una ocupación y una posterior desocupación que bordeaba o entraba en la ilegalidad. Eso no le gusta a determinada gente, y hemos recibido llamadas de administraciones, que una vez hecha la publicación no te amenazan, pero te dicen «¡Oye!, esto que habéis publicado, ¡pues vaya titular!», o «Es un titular a mala leche!», y cosas así…
– ¿Y qué te parecen los medios y periodistas que nunca son amenazados, intimidados, denunciados, demandados, etc?
– Pues qué suerte, ¿no? El periodismo se puede hacer de muchas maneras, evidentemente en mi medio lo hacemos de una determinada forma que puede implicar estos riesgos de amenazas, de coacciones o de llamadas poco amables, pero entiendo que no todos los temas son igual de sensibles y que se puede vivir esquivando las balas y sin meterse en ningún charco. Pues habrá quién lo haga, pero creo que es un periodismo efectivamente de menos valor. Tampoco voy a romantizar que te partan las piernas, no quiero que me hagan eso…
– En términos de relaciones de fuerzas, ¿qué posibilidades hay de plantear una mirada crítica ante los grandes pools mediáticos?
– Creo que las posibilidades son todas, que lo podemos hacer. Otra cosa es la influencia o el peso que tengas, es decir, la fuerza de tu altavoz. Nosotros nos esforzamos por contar las historias como las de «El Perchel no se vende», la de la desocupación violenta bordeando la ilegalidad, o la del funcionario que protesta y ahora le abren ese expediente, y a mí no me han puesto trabas para contarlo. Otra cosa, insisto, es el peso que tengamos en el panorama mediático. A veces, en alguna ocasión sí marcamos la agenda, sobre todo cuando coincide con un tema especialmente impactante desde el punto de vista político, que puede ser utilizado por algún sector, pero con los temas sociales es muy difícil marcarla. Y no lo digo en relación a CNN o Reuters que son emporios internacionales, lo digo a nivel nacional e incluso local. No es fácil que la gentrificación de los barrios de Málaga marque la agenda nacional, porque las prioridades de los grandes medios de comunicación van por otros sitios, por un interés político y económico, o ya sea porque lo más redituable a nivel de visita es la gresca política, la pelea permanente. Es difícil entrar, irrumpir en ese panorama mediático y meter una cuña en la que los protagonistas sean los vecinos de El Perchel.
1 Grupos que, mediante el empleo de la violencia física, se encargan de desalojar inmuebles tomados ilegalmente.